Sin tetas, no hay braguetazo

(Braguetazo: Boda entre un hombre y una mujer rica; generalmente cuando el hombre tiene intención de mejorar económicamente y socialmente.)
No vayan a reírse, pues este es un tema demasiado serio como para andar riéndose gratuitamente sin herir susceptibilidades. ¿Qué pasa y cómo se dice entonces cuando el rico es el hombre? ¿Calzonazo, Calzoncillazo?
Planteo la discriminación que hay ahí, en forma de pregunta incontestable, porque la definición habla de boda, y ahí no entran los rolletes aunque sean de duración media o larga; Si no hay boda no hay braguetazo.
Se hace necesario aclarar que sigo teniendo el carné de soltero: La Vero no pensó nunca en llevarme al altar, que ella con el catre se conformaba; El altar tampoco quería yo visitarlo, pero los juzgados no me hubieran importado pisarlos.
Al contrario que la Cenicienta -Excelente ejemplo de braguetazo en toda regla- mi hada madrina estaba jugando al escondite, y no pude disponer de carroza, ni caballo, ni cochero, y para colmo, los zapatos tenían cordones y no se dejaban perder. (¿Será por eso que los zapatos de mujer nunca llevan cordones? Da que pensar.) De todas formas, yo no estaba con la Vero por su dinero, aunque no me molestaba que lo tuviese, -al menos, uno de los dos disponía, y siempre es bueno contar con eso- a mí ella me gustaba. Y eso, a pesar de que algunos amigos y familiares me decían que la Vero era fea, y que solo me utilizaba para el sexo y por la compañía; una especie de dos por uno: mascota y gigoló en un solo objeto, aunque esto último nunca pasó a más, de ser una insinuación desafortunada y lesiva. Y para ser sincero, no voy a negar que convivir de vez en cuando y salir por ahí con una mujer que no repara en gastos, tiene su qué. Y está además el reto que supone para un hombre de aspecto varonil, devolverle la cuenta al camarero del restaurante indicándole con una inocente sonrisa: Ella paga, dele a ella la cuenta. O soportar las miraditas de cachondeo del tipo de recepción, cuando ella cargaba la cuenta a su tarjeta al alquilar una habitación para pasar la noche.
Olvidé mencionar que también hacía de chofer, pero solo lo menciono porque eso sí me gustaba, no podía entender que siendo la Vero una conductora del carril de los lentos -iba a decir de los torpes, pero no lo hago- se hubiese comprado un potente motor con solo dos asientos, y en una ocasión en que se lo acabé preguntando, su respuesta se limitó a levantar ligeramente los hombros.
Hoy puedo consolarme pensando que la Vero no hubiese sido nunca una buena esposa, y eso reconforta bastante. No sabía freír un huevo, aunque tampoco le hacía falta ni tan siquiera entrar en la cocina, como no fuera para visitar la nevera. Tampoco cosía, ni ponía la lavadora, ni limpiaba la casa, ella repartía la riqueza dando trabajo a mujeres jóvenes que lo necesitaban más que ella; No, no hubiera sido una buena esposa, una buena esposa se queda toda la noche durmiendo con uno, y no se va a dormir a otra habitación después de echar el ratito, alegando que roncas; Incluso si uno ciertamente ronca, algo que nunca puede saber uno porque cuando roncamos estamos dormidos y no podemos oírnos.
Si dinero llama dinero, a la Vero le tocó la lotería, y no conmigo sino con el niño, en enero para empezar mejor el año. Después, solo me quiso hasta mayo, su amor había cambiado y ahora me quería como a un amigo, sin derecho a roce ni frote. No hubiera sido nunca una buena esposa, pero me regaló días muy divertidos, y sus bendiciones: ¡Buena suerte!