Sal celta (Sal gruesa y húmeda de tono gris...)

13.12.2023

   Hemos continuado siendo amigos todos estos años, aunque nunca he podido olvidar cómo me falló. Nos dijo que lo haría, que podíamos contar con él. Lo esperamos más de 15 minutos por si acaso, pero desde que pasó el primer minuto de espera, yo ya sabía que no iba a venir y se lo dije a Espiri. 

-No jodas, ¿No te aseguró que venía? 

-Eso dijo, pero parece que se ha echado atrás. 

-Pero... ¿No era tu amigo?

   ¿Cómo contestar a eso? ¿Qué se puede decir en una situación así? Espiri sabía que él era mi compañero de trabajo, y que literalmente trabajamos algunas veces codo con codo; no era necesario que supiera más, por tanto no sabía nada. No sabía cuántas mañanas durante el trabajo, yo me había dejado convencer para abandonar secretamente la nave y coger el coche de la empresa para acercarnos al bar. Él estaba pasando por un periodo complicado y durante aquellas fechas le entró una afición incontenible por el anís. En el bar nos tomábamos tres copas en un pis pas y no nos cortábamos de regresar al trabajo conduciendo. Me había confidenciado que una noche de sábado, estando con su novia en un oscuro parque, se había puesto muy burro, y que la inesperada preñez de la menor, novia oficial con diecisiete primaveras, era un secreto por ahora, aunque no por mucho tiempo. 

   Cuando un compañero y conocido te hace ese tipo de confidencias, no carece de sentido pensar que te cuenta entre su círculo de amigos, y no solo en el de conocidos. Cuando me presentó a su novia, vi en los ojos de ella que algo -lo que fuera que fuese- le había hablado de mí. Me ofreció la sonrisa adecuada para darme a entender que me consideraba un buen amigo de su chico. O pudiera ser que también, supiese que yo lo sabía todo porque su chico me lo había contado, todo excepto la burrada del parque aquel sábado fatídico, algo que una mujer no espera que su chico ande contando por ahí, ni tan siquiera a los más íntimos. 

   Después vino el juicio con la empresa, y él era nuestro testigo principal y exclusivo; y nos dejó tirados, nos falló. Al principio entendí su cobardía, su temor a arriesgar su puesto de trabajo, y más aún en esas fechas previas a su casamiento, pero me costaba entender que la noche anterior me había estado asegurando que podíamos contar con él, y ya me estaba mintiendo en ese mismo momento con toda premeditación: nunca se planteó otra cosa que dejar de acudir al juicio. Solo algo más tarde entendí también la mentira: al no tener argumentos para negarse, no se le había ocurrido otra salida que decir una cosa y hacer luego otra distinta. 

   Quizás sea por eso por lo que nunca le he guardado rencor, y por lo que hemos continuado aparentando ser amigos, cuando resulta tremendamente difícil considerar amigo a alguien que te ha defraudado de una manera tan clara e indiscutible. 

   Tras los aconteceres de todos estos años, ya ni él ni yo somos los mismos de entonces. Y llegó así un día, en que nuestros brazos coincidieron en la misma barra, codo con codo, y me ofreció una cerveza tras estrecharme la mano. Un padre de familia, trabajador y honrado, y sobre todo más hervido y madurado, me habló como intentando recuperar el tono cercano que teníamos cuando éramos compañeros; hablamos de banalidades pero durante la conversación, y sin mencionar para nada el viejo asuntillo de la traición, encontró la manera de transmitirme lo que sentía, así lo entendí yo, y ya hoy, no tengo nada que perdonarle; aunque nos dejó tirados cuando había dicho que vendría, pero eso fue en otra vida, en otro mundo, no en éste.


Colección: Los relatos de primavera.

Primera Publicación: Año 2023.

Nota: Foto de Castorly Stock : https://www.pexels.com/es-es/foto/foto-de-enfoque-selectivo-de-sal-en-frasco-de-vidrio-3693294/ 

© 2023 José María Martín Rengel, Carmona, Sevilla, 41410
Creado con Webnode Cookies
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar