La sardina zombi

28.11.2023

   Una sardina se subió a las redes de un pesquero de altura. Después, fue enterrada en hielo, llevada a puerto seguro donde esperaba la subasta en la lonja, y adquirida en un lote por la dueña de una pescadería. Allí fue expuesta en una gran bandeja con docenas y docenas de sus hermanas, y más tarde adquirida para completar el pesaje de un kilo de sardinas que ya no estaban tan frescas.

   Frita en una sartén con aceite de oliva virgen extra, fue desechada y, sin ser devorada, acabó en el cubo de la basura. Su aventura fuera del agua fue parecida a la de la sirenita del cuento, pues liberada y mordisqueada por los gatos de un callejón, quedó sobre el suelo donde la lluvia la arrastró hasta el río, y del río fue a parar de nuevo al mar oceánico, reencontrándose allí con sus orígenes. Flotando branquia arriba, la encontraron sus hermanas medio desintegrada, y juntas subieron todas a bordo montadas en las redes. Enterradas en cajas con hielo y subastadas, nuestra sardina no superó la criba de calidad del Mercadona; su aspecto era desconcertante, si existieran las sardinas zombis, ella sería un ejemplar estupendamente caracterizado. Pero en el Mercadona no constaba demanda alguna de sardinas zombis, y de nuevo fue a parar al cubo de la basura. Para ser un pez muerto, su trayectoria podía ser tildada de heroica. Pero solo las moscas le ofrecieron el homenaje que merecía su gesta y, en un acto de fe verdadera, depositaron en ella lo más valioso que poseían: la futura generación de esos dípteros domésticos que son tan aficionados a nuestra mesa y a nuestra compañía.

   Así termina la historia de las aventuras de una sardina de Cerdeña, y da comienzo el guion de una serie para la televisión que marcará época: "La sardina zombi".

© 2023 José María Martín Rengel, Carmona, Sevilla, 41410
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