La dimensión post mortem

   No dejan de pasar coches sobre la geometría plana de gatos aplastados; de vivir hoy, Euclides lanzaría la gatometría post mortem. Los pardillos del bosquecillo son un cebo inmejorable, con sus cantos de sirena traspasando la vía de servicio. El asfalto recauchutado reverbera bajo el sol como ecos de luz confusa, meneando el horizonte. Hace ya bastante tiempo que la vida no me dice nada, no me habla ya de las ventajas de la supervivencia, o de la promesa de la perseverancia; hubo tiempos en que la vida nunca callaba, y si raramente lo hacía, su solo silencio comunicaba, siempre se cocía algo. Pero en esta amordazada quietud, a veces me siento como alguien que espera, sin saber qué es lo que está esperando, y es entonces cuando suelto el freno de mi imaginación e intento buscar y encontrar señales que no existen y que nunca existieron; lo demás son casualidades de la lotería que es la vida. Es por eso por lo que quiero mudarme a otro barrio, o a otra ciudad, otro país, u otro mundo, al fin de cuentas vine a vivir aquí por ella, y ella voló como los pardillos del bosquecillo por la mañana. Ya me aburre el canto de esos pequeños cabrones, por su culpa mueren los gatos valientes; y los gatos curiosos, y los gatos imprudentes y aventureros, y solo puedo encontrarme con gatos cobardes y fantasmas, felinos desnaturalizados y siempre desconfiados; lo peor, siempre sobrevive lo peor, como la mala hierba, la mala leche, o el mal de muchos. Cantaba Lorca, que las ranas veteranas ya no claman a dios desde su charca, aunque se emocionan escuchando a sus hijas croar al cielo. Alguien me dijo que si no hubiera dios, habría que inventarlo... ¡Y rapidito! Que ya va siendo tarde. Siempre se hace tarde para todo, ya es tarde para mudarme, ya es tarde para perdonar o ser perdonado, ya es tarde para ser valiente o aventurero, ya es tarde para encontrarla; es tarde en la noche, y pronto en la madrugada. 

Nota: Foto de Frank Cone: https://www.pexels.com/es-es/foto/diseno-en-espiral-sobre-tela-3573556/