Consumidor de clase M

Entró en la librería como si esta fuera el interior de un submarino, un lugar desconocido, y nunca antes visto. Se acercó al mostrador y nos dimos mutuamente los buenos días; su mirada parecía buscar alguna anomalía parapsicológica entre los inmóviles volúmenes de la estantería grande. Hice entonces lo que aconseja el libro del perfecto comerciante, y puse una estudiada expresión atenta pero amigable. Lo estaba estudiando tal y como aconseja el libro "Psicología del consumidor urbano", cuando me dio una pista sobre la clase de consumidor que era, -buscaba un libro-, -dijo.
Dado que se trata de una librería, resultaba bastante obvio que no podía estar buscando un martillo, o un clarinete. En su libro, Robert Evans califica a este tipo de cliente como Clase M. Algo así como de los mejores entre los peores. A estas alturas, ya no me sorprendió saber el tipo de libro que buscaba: "Cómo enamorar a una mujer de 30 años."
-Ese libro no existe.
-Bueno, era algo parecido, -su voz era casi inaudible-.
-No hay nada parecido. Ese tema apenas se ha tratado en publicaciones serias.
Hacia el final resultaba patético, por mucho que buscara títulos para lo que él quería, yo sólo decía: No existe, no hay tal libro, no, no, no... Se dejó poner la mano sobre el hombro y supe el libro que le iba a vender: "Dígaselo con flores" de Matilde Gallegos. Le dije que ahí podría aprender algunas cosas muy básicas, pero que podría ayudarle.
Espero que no vayan a pensar que le estafé, soy un honrado librero, y estoy convencido de que el libro va a ser bien acogido en su nuevo hogar.